lunes, 4 de noviembre de 2013
¿Porqué hay que confesarse con un sacerdote?
Si sólo Dios puede perdonar los pecados, y si lo esencial es que uno, en el interior de su corazón, se arrepienta ante Dios, ¿porqué es necesario confesarse ante un sacerdote?
1. Porque es el ofendido, y no el ofensor, quien establece en qué condiciones se aceptan las disculpas. Y Jesucristo, el día de su resurrección, cuando ya había conseguido el perdón para todo el género humano, confirió a los discípulos el poder de perdonar los pecados:
“Como el Padre me envió, así os envío yo. Dicho esto sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les son perdonados; a quienes se los retengáis, les son retenidos” (Jn 20, 21-23).
2. Porque todos formamos un Pueblo de Dios, somos una comunidad; nadie se administra a sí mismo ningún sacramento (salvo el sacerdote cuando comulga). Esto pone de manifiesto que la salvación nos es concedida, no la alcanzamos nosotros.
3. Porque se evita así que el juicio sobre la gravedad de nuestros pecados, la penitencia a cumplir, etc. sea demasiado subjetivo. Al recibir la absolución del sacerdote, tenemos certeza –no sólo la impresión subjetiva- de que hemos sido perdonados.
4. Porque así nos reconciliamos también con la comunidad, con la Iglesia; en efecto, todo pecado, incluso los más internos, dañan a la comunidad porque desordenan a la persona individual, y su mala conciencia se refleja en su comportamiento externo. En todo caso, restan santidad a la comunidad.
5. Porque manifestar los pecados, expresarlos, sacarlos de dentro de nosotros, nos libera de su peso.
6. Porque el sacerdote puede darnos consejos para la lucha espiritual.
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