lunes, 2 de diciembre de 2013

La Sagrada Escritura, un milagro ordinario

Dios nos habla. Ha ido configurando un pueblo y se le ha ido revelando poco a poco; y éste ha ido poniendo por escrito los eventos de la historia de la Salvación, desde el año 950 adC hacia aquí. La conservación y transmisión de los libros de la Biblia es un milagro ordinario.

Un libro merece credibilidad
—    si es auténtico (escrito por el autor al que se atribuye, y en la época en que se le atribuye),
—    si es veraz (el autor conoció lo que refiere y no pretende engañar)
—    si llega a nosotros íntegro (sin alteraciones sustanciales).

El Evangelio es auténtico, pues lo escribieron autores quasi-contemporáneos de Jesucristo; en el año 70 Jerusalén fue destruida y los judíos deportados; sin embargo, los evangelistas describen bien todo lo anterior: los lugares, fiestas, con detalles históricos, culturales, etc.

Con respecto a la veracidad de lo que cuenta, hay que decir que miles de primeros cristianos dieron su vida por la doctrina que recoge el texto.
Además, no pretende engañar porque no esconde los defectos de los autores o compañeros, ni las reprensiones que recibieron. Si fuera una invención, lo adornarían u omitirían.

Papiros del Nuevo testamento

•    Los textos del Nuevo Testamento fueron escritos directamente en griego, salvo Mateo.
•    Los originales se escribieron sobre papiro, el material de uso más frecuente en esos momentos, que normalmente dura poco, porque se deteriora fácilmente con la humedad y el uso.
•    Por eso los originales se perdieron. Sin embargo, desde el principio se fueron haciendo copias, para difundirlo.
•    En las cuevas de Qumrán aparecieron en 1947, papiros y pergaminos del siglo I y anteriores, con amplios fragmentos bíblicos y libros completos del Antiguo testamento, como el de Isaías.
•    Se conservan papiros o pergaminos hasta doscientos años anteriores al Concilio de Nicea (325) que contienen los evangelios. No es científico afirmar que fueron escritos para apoyar las tesis imperiales de Constantino.

Una comparativa del Nuevo Testamento con otros libros de la Antigüedad

Los originales del Nuevo Testamento se escribieron sobre papiro, el material de uso más frecuente en esos momentos, que normalmente dura poco, porque se deteriora con la humedad y el uso. Por eso los originales se perdieron. Sin embargo, desde el principio se fueron haciendo copias, para difundirlo.

El papiro más antiguo que se conserva del Nuevo Testamento contiene varios versículos del Evangelio de San Juan (Jn 18,31-33 y 18,37-38) y está datado hacia el 100-150, es decir, muy poco después de la redacción del original. Se conserva en la John Rylands University Library de Manchester.

Además, hay más de treinta papiros anteriores al año 400, con textos del Nuevo Testamento, que están repartidos por las grandes bibliotecas, y llegan hasta 110 los oficialmente catalogados si incluimos el siglo IV.

Hay papiros importantes, como los tres que componen la colección Chester Beatty: uno de ellos, que data aproximadamente del año 200 contiene buena parte de las cartas de San Pablo, y los otros dos, de la primera mitad del siglo III, tienen amplios fragmentos de los Evangelios, Hechos de los Apóstoles y Apocalipsis.

La colección Bodmer incluye uno datado en torno al año 200 que contiene catorce capítulos del Evangelio según San Juan, y otros papiros con textos extensos de los Evangelios de Mateo y Lucas, Hechos de los Apóstoles, la Carta de Judas y las dos de San Pedro.

Han llegado hasta nuestros días dos códices del siglo IV, que contienen la Biblia casi completa: el códice Sinaítico, que se conserva en la British Library de Londres, y el códice Vaticano que está en la Biblioteca Vaticana.

Del siglo V son otros cuatro códices que se conservan en la Biblioteca del Patriarca de Alejandría, otro más en el Vaticano, en la Biblioteca Nacional de París y en la University Library de Cambridge.

¿La Biblia actual contiene lo que realmente escribieron sus autores?

El Nuevo Testamento es el libro de la Antigüedad más examinado y contrastado desde el punto de vista textual, en toda la historia.

Se conservan más de 5000 ejemplares manuscritos en griego. De ninguna otra obra literaria de la antigüedad se conservan tantas copias manuscritas y tan cercanas a los originales. Eso permite contrastar, y se podrían desenmascarar alteraciones del texto.

Los citan concordantemente cientos de Padres de la Iglesia, de orientes y occidente, escritores de la antigüedad, etc.

Las copias coinciden sorprendentemente, con pequeñas alteraciones. El cuidado al copiarlo y conservarlo, es un testimonio aplastante de veneración y fidelidad.

Entre los grandes clásicos de la antigüedad –cuya autenticidad no se discute-, el número de copias que se conservan es mucho menor: de ordinario apenas pasan de una decena.

Por ejemplo:
a) la obra literaria de la antigüedad de la que han quedado más manuscritos, después de la Biblia, es la “Iliada” de Homero (s. VIII-VI adC), sobre la guerra de Troya. Se conservan papiros unos seiscientos cincuenta con copias del siglo II a. C.
b) De los “Anales” de Tácito hay veinte copias, que son novecientos años posteriores al original.
c) De la “Poética” de Aristóteles sólo se han conservado cinco ejemplares manuscritos, que son mil trescientos años posteriores al texto original.

El caso de Aristóteles (384 adC) es ilustrativo; no hay traza de sus textos durante dos siglos, hasta que Andrónico de Rodas (siglo I d.C.) preparó una edición. Del griego se tradujo al árabe, y nos llegó a Occidente el Corpus Aristotelicum, traducido al latín para las primeras escuelas escolásticas, hacia 1150.

Luego se han ido depurando los textos; unos eran de otros autores. ¿Cómo establecer en lo que nos queda, qué textos son y cuáles no son «originales»?

La «estilometría» es una técnica que, mediante el cómputo y estudio estadístico de elementos gramaticales, determina qué textos han sido escritos por un autor. Pero esto no asegura que el autor haya sido Aristóteles. Además, la edición de Andrónico de Rodas de la Metafísica, por ej., parece ser una colección de textos (¿apuntes de sus clases?), más que una obra concebida como tal por Aristóteles.

Lo que tenemos, por tanto, es algo cercano a las notas de un filósofo. Identificar el autor «original» o la «obra primigenia» es una tarea utópica.

Parménides (580 adC), filósofo presocrático; su poema completo se considera perdido. La última referencia a la obra completa la hace Simplicio, en el siglo VI, once siglos más tarde. Nos han llegado citas fragmentarias, presentes en las obras de otros autores: Platón, Aristóteles, Plutarco y Simplicio.

En otros casos, los manuscritos más antiguos son muy posteriores a los originales, que en ningún caso se conservan:
-    los de Virgilio son del siglo V, 500 años después;
-    los de Horacio son del siglo VIII, 900 años después;
-    los de Platón son del siglo IX, 1400 años después;
-    los de Julio César son del siglo X, 1100 años después.

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