Hay males físicos y males morales. Los males físicos obedecen a leyes naturales: catástrofes naturales, terremotos, tsunamis, las enfermedades y discapacidades, etc.
Dios no ha querido crear un mundo perfecto, sino
que ha querido contar con nuestra colaboración para ir mejorándolo: ir
venciendo las enfermedades, la incultura, las desigualdades, la violencia, la
explotación de los débiles, etc. Ha querido asociarnos a su obra creadora.
Hay también males morales. Dios nos ha dejado
libres, pues sólo el que es libre puede amar; pero también la libertad hace
posible la existencia del mal. Dios respeta la libertad del hombre, y sus
consecuencias.
El causante del mal moral es el hombre,
cuya naturaleza está herida por el pecado. No es cierto que la persona sea
naturalmente buena. A veces obramos mal –deliberadamente o no- y causamos un
daño a otros. Es el “mal directo”.
El mal está causado por los malos comportamientos
de hombres libres. Algunas malas conductas están tan arraigadas y generalizadas
en una sociedad que los más débiles padecen por la suma de malas conductas; por
ejemplo, sufren el paro, la guerra, el hambre, la ignorancia, la explotación de
los niños o de la
mujer. Podríamos llamarlo el “mal indirecto” o social.
¿Del sufrimiento
puede derivarse un bien?
Del sufrimiento
puede derivarse un bien: p.e. aprender que no podemos poner nuestra esperanza
en la salud, que las cosas materiales son pasajeras, etc.
Dios no quiere el mal,
pero éste no escapa a la providencia divina que lo conoce y lo rige. Orienta el
mal a un bien mayor, aunque no siempre podamos señalar cuál sea ese bien. Ha
preferido sacar bienes de los males, a no permitir la existencia de males en
absoluto.
Es fácil entender que Dios puede permitir que un
hombre malo padezca una pena, porque quizá el sufrimiento le haga reconsiderar
su actitud y se arrepienta, y se subsane el desorden producido. Y aunque no se
corrija, el castigo de la violación consciente de la ley de Dios, restituye la justicia. De manera
que el sufrimiento del culpable puede tener un efecto educativo; y en cualquier caso, repara una injusticia.
En otros casos, el mal puede ser preventivo. En realidad, es un mal sólo
aparente; por ejemplo:
- perder un trabajo puede
evitar la corrupción en que se iba a caer, quizá abre nuevas posibilidades, etc.
- uno sufre un atropello injusto, o una
enfermedad, pero su convalecencia sirve para unir su familia, o le sirve a él
para reorientar su vida, etc.
- algunas personas reaccionan bien –por
contraste- ante situaciones injustas, crueles, y se unen más a Dios y a los
demás.
A veces se tarda tiempo en descubrir que
un mal que yo padecí, en realidad fue muy relativo, y tal vez me vino bien.
¿Dios permite el
sufrimiento de los inocentes?
Dios no
quiere el sufrimiento de los inocentes; si lo permite será porque otros bienes
mayores se pueden derivar de su sufrimiento. El niño
inocente, aunque no haya pecado personalmente, está implicado –con Jesucristo-
en la expiación del pecado original del hombre, y de todos los cometidos a
través de la historia.
Jesucristo puede unir a su sacrificio a los niños inocentes que sufren y mueren, y
premiarles con la vida eterna que supera infinitamente el sufrimiento en este
mundo; es decir, puede unirles a su sufrimiento
salvador.
Es decir, Dios puede
permitir el sufrimiento de los
inocentes:
- porque de ese mal saca algún bien, sea en ellos, o sea en otras;
- porque padecen un dolor temporal, que es muy pequeño en comparación con la felicidad de la gloria eterna;
- porque les asocia a su Hijo Jesucristo, que siendo inocente quiso sufrir en la cruz, y con su sufrimiento repara todas las culpas; Dios no “consume vidas de hijos”, no es Saturno devorando a sus hijos, no se “alimenta” del dolor ajeno, sino que nos asocia a Sí mismo;
- Jesucristo ha vencido a la muerte, que ya no es la destrucción total; el niño que muere de hambre no muere definitivamente, ni mucho menos.
En cualquier caso, es cierto que el sufrimiento de
los inocentes sólo adquiere sentido si se cree en la vida eterna y en la
justicia perfecta que allí se realizará. En este mundo no hay justicia
completa.
En la Cruz, Jesucristo demostró que está siempre junto
a los que sufren, y que Él mismo aceptó el sufrimiento. Podía haber esquivado
la cruz, pero no lo hizo. Cristo crucificado es la prueba de la solidaridad de
Dios con el que sufre.
No es lógico
cuestionar la existencia de Dios porque exista el sufrimiento
Algunos increyentes
objetan: ¿No debería un Dios bueno y omnipotente haber creado un mundo exento
de mal? Si no podía, le falta poder. Si no lo ha querido, le falta bondad.
Se entiende que los increyentes duden de
que Dios sea padre bueno y todopoderoso. Pero no es razonable negar una
realidad compleja (la existencia de Dios) porque yo no logro entenderla: “Dios
es cruel, luego Dios no existe”. Es como decir: ese hombre no me quiere, o no
me gusta, luego no existe.
Negar la existencia de Dios porque existe
el mal es actuar como un enfermo que muriese entre sufrimientos, negándose a
tomar una medicina porque no comprende cómo esa medicina tan sencilla (la
salvación de Cristo) puede curarle.
Parece
más razonable intentar entender porqué actúa así Dios. Dios no permitiría el
mal si no fuese a sacar un bien mayor.
La explicación cristiana del mal puede parecer difícil, pero las demás
explicaciones (negar a Dios o presentar la vida como un absurdo, el hombre es
un ser hecho para la aniquilación) nos encierran en un sinsentido aún más duro.
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