¿No sería preferible
que los sacerdotes pudiesen casarse? Así habría menos riesgo de pederastia, y
podrían aconsejar mejor a los casados.
En la iglesia católica latina todos los sacerdotes y obispos han de ser
célibes. En la iglesia católica oriental pueden ser ordenados algunos hombres
casados, pero no pueden casarse los que ya están ordenados. Y los obispos se
eligen entre los sacerdotes célibes.
En la iglesia católica latina pueden ser aceptados como sacerdotes algunos
conversos que antes eran sacerdotes casados, de la iglesia anglicana u
ortodoxa.
Las razones –unas teológicas, y otras de conveniencia- para exigir el
celibato a todos los sacerdotes de la iglesia católica latina, son las
siguientes:
Jesucristo quiso ser célibe. Lo habitual entre los rabinos, fariseos y
sacerdotes del pueblo de Israel era que se casasen. También había algunos pocos
ejemplos de personas que elegían la virginidad, como los esenios, o Juan
Bautista, o alguno de los antiguos profetas, como Jeremías. Pero lo normal era
que los hombres dedicados a Dios se casasen. Sin embargo, Jesucristo optó por
ser célibe.
Parece claro que el sacerdote célibe ha de entregar toda su capacidad de
querer a Dios y a los demás. El célibe no es una persona que no sabe querer; lo
que ocurre es que no necesita especificar en una sola persona (la esposa) su
amor, sino que se dedica a todas las almas, por Dios.
Y además, hay razones de conveniencia: el sacerdote célibe puede dedicar su
tiempo a formarse, a estudiar; y está más disponible para atender a quien lo
necesite, para dedicar todo su tiempo a la administración de sacramentos, a la
predicación, a la asistencia al necesitado, etc. Y además, puede cambiar de
lugar de residencia, si las necesidades pastorales lo reclaman.
En cambio, algunos presbíteros casados de otras iglesias apenas pueden
dedicar tiempo a su propia formación, al estudio de la teología, etc.
En definitiva, las razones son: imitar a Jesucristo, dedicar a Dios y a los
demás todo el corazón, disponer de cabeza y de tiempo para las necesidades
pastorales, libertad de condicionamientos para traslados, etc.
¿Cómo se entiende el celibato de hombres y mujeres laicos, sin ser religiosos?
Los textos del Nuevo Testamento en los que se habla del celibato, y en
los que aparece recomendado, son fundamentalmente dos:
a) El pasaje del Evangelio según san Mateo en el que Jesucristo alaba a
los que han decidido no contraer matrimonio "por el Reino de los
cielos" (Mt 19, 12);
b) Y el texto de la Primera Carta a los Corintios en el que san Pablo
habla del celibato y del matrimonio como dones o vocaciones divinas, señalando
a la vez la excelencia de la primera (1 Co 7, 3-7, 25-35).
Ya desde la misma época apostólica hubo cristianos, hombres y mujeres,
que asumieron el compromiso del celibato; los varones solían ser designados
como ascetas; las mujeres, como vírgenes. Entre estas últimas -más numerosas-
se llegó en algunos casos a consagrarlas, pero no faltaron mujeres que asumían el
celibato sin variar su condición secular.
Quienes siguen ese camino vocacional no son personas que no comprenden
o no aprecian el amor; al contrario, su vida se explica por ese Amor divino.
Quien es llamado por Dios al celibato es alguien que sabe amar, y porque
sabe, puede entender dedicar toda la vida a Cristo y a las almas. El celibato,
en palabras del papa Benedicto XVI, no puede significar «quedarse privados de
amor, sino que debe significar dejarse tomar por la pasión por Dios».
El celibato no es la consecuencia de ser incapaz para la vida afectiva.
El cristiano célibe debe tener corazón, y mucho, para querer a un gran número
de personas, sin necesitar un afecto sensible.
Hay una tendencia a unir el celibato sólo a la condición sacerdotal o a
la vida religiosa. Sin embargo, el celibato no implica renunciar a la vida en
la calle, a las actividades seculares. Al contrario, ser célibe y laico al
mismo tiempo, supone afirmar el valor santificador de las cosas seculares.
Por lo tanto, el celibato propicia dedicar todo el corazón y la cabeza a
la misión evangelizadora; además, facilita estar disponible (con tiempo, con
posibilidades de movimiento) para la difusión de la santidad y al apostolado.
El celibato en el Opus Dei es secular y laical, porque es asumido para la
personal santificación en medio del mundo y al servicio de una misión
apostólica.
Así pues, el celibato obedece a una razón de amor, de entregar el cuerpo
y el alma completamente a Dios y a los demás.
Los primeros cristianos vivían a fondo su vocación cristiana; buscaban
la santidad por el hecho, sencillo y sublime de haber sido bautizados. Se
distinguían de los demás ciudadanos por sus costumbres, más limpias, pero no
por lo demás.
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