miércoles, 18 de enero de 2012

Sobre los no cristianos:

“todos aquellos que todavía no han recibido el Evangelio están ordenados al pueblo de Dios por varios motivos. Y, en primer lugar, aquel pueblo (judío) a quien se confiaron las alianzas y las promesas, y del que nació Cristo según la carne; pueblo, según la elección, amadísimo a causa de los padres: porque los dones y la vocación de Dios son irrevocables.

Pero el designio de salvación abarca también a todos los que reconocen al Creador, entre los cuales están en primer lugar los musulmanes, que, confesando profesar la fe de Abrahán, adoran con nosotros a un solo Dios, misericordioso, que ha de juzgar a los hombres en el último día.
Este mismo Dios tampoco está lejos de aquellos otros que, entre sombras e imágenes, buscan al Dios desconocido, puesto que es el Señor quien da a todos la vida, el aliento y todas las cosas, y el Salvador quiere que todos los hombres se salven.

Pues los que inculpablemente desconocen el Evangelio y la Iglesia de Cristo, pero buscan con sinceridad a Dios y se esfuerzan, bajo el influjo de la gracia, en cumplir con sus obras la voluntad divina, conocida por el dictamen de la conciencia, pueden conseguir la salvación eterna.

Y la divina Providencia no niega los auxilios necesarios para la salvación a aquellos que, sin culpa por su parte, no han llegado todavía a un expreso conocimiento de Dios y se esfuerzan, con la gracia divina, en conseguir una vida recta.” (Constitución Dogmática Lumen Gentium, sobre la Iglesia, del Concilio Vaticano II, Núms. 2, 16)

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